Domingo, 6 de Junio de 2010
No perdimos la esperanza de ser algunos más hasta las 8.20h, enviamos varios SMS por si algún trasnochado estaba de camino y salimos, los cinco, con la meta de almorzar en el Victor de Tavernes, que por cierto ha bajado un poco la calidad (los bocatas bien, pero por 8€... poco más que el café, ni ensalada, ah! bueno, variantes en vinagreta) “porque muchos fueron los llamados...” Eso dice la parábola de Nuestro Señor a cerca del rey que envió a sus siervos a llamar a los invitados y estos no vinieron porque... bla, bla, bla, el que quiera saber más que lea las Sagradas Escrituras (Mateo 22, 1-14).
Aquí no hay rey, ni hijo, ni siervos, ni nadie va a matar a nadie a no ser que sea de risa. Todos somos iguales a los ojos de Dios, aunque algunos más iguales que otros como decían en aquella comedia “Rebelión en la granja”.
Salvando las diferencias entre personas y máquinas, todos estuvieron a la altura, ya lo creo, que por altura no será, a Toni le pareceron todo subidas, pero todo lo que sube baja.
A la ida, una vez fuera del barranco, en vez de seguir por el Pas del LLop fuimos por encima de Valletes de Brú donde a alguno se le atragantaron las magdalenas del desayuno y bajamos por Valletes de Gall, disfrutando de la travesía que transcurre por la falda de la montaña en la línea entre el naranjal y el pinar, con el frescor del agua de las canales de riego inundando las tablas y una temperatura ideal para la práctica de la b.t.t.
La mañana se vislumbraba tranquila, el ritmo pausado nos permitío deleitarnos con el rápido paseo de un huidizo hurón y de sendos tranquilos y desafiantes lagartos perlados (o “fardaxos”) de dimensiones considerables (unos 40 cm de largo) hasta que un despiste con indebido cambio de carril en una zanja de tractor hizo a un servidor aterrizar encima de una tela metálica, muy bien puesta, por cierto y sin espinos, gracias a Dios. Algo magullado pero sin más consecuencias y con la bici reparada en el acto por el amigo Tomás (la rueda se había quedado “mirando pa Cuenca”) seguimos por la vieja vía de tren, mal llamada “Tinchera”, infestada de vegetación y zarzas por un invierno lluvioso que nos ha divertido con agua y barro y ahora las espinas te enganchan los antebrazos, los hombros y tienes que soltar, incluso, el manillar para desengancharte... huy, ay, uf, aaarg, osti, cagoen... y así hasta la salida de la p... trinchera, un año complicado para las alergias. Y por fín, el deseado almuerzo... “no coment”, buena compañía, eso sí.
Repuestos y sin prisa salimos a buscar la “Carxofera de Favara” vitaminados y mineralizados como super-ratón subimos las cuestas de cemento estriado y calentado por el sol del mediodía por el Camí de Joana por el lado de Levante, planeando por caminos de graba y guijos para bajar por Poniente, a saco, entre los pinares espesos de espárragos, belloteras, y romeros en flor parando, tan solo, para cruzar la curiosa puerta metálica que impide el paso a los vehiculos a motor en mitad del puerto, que baja serpenteando entre naranjales de montaña y pequeñas huertas hasta las afueras de la villa de Favara. De ahí en adelante poco que contar, como una clase de spinning pero entre naranjos salvo el reventón de rueda de Ricardo, que está hecho un toro. Pero con la ayuda, de nuevo de Tomás, la cámara estaba cambiada en lo que Toni y Alfredo cuentan un chiste y servidor hace la foto de rigor. En fín, a ver si nos vamos animando hermanos.
Fray Juan José de les Valletes
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