UN CUENTO DE NAVIDAD DE LOS TRES MAGOS DE ORIENTE









- Abuelito cuéntamelo otra vez -dijo la niña al anciano de larga barba.
- Aún no has tenido bastante.
- Es que es una historia tan bonita.
Y el abuelo empezó de nuevo el relato, ese que había contado tantas veces en todos estos años a todos y cada uno de sus hijos y nietos, y a los amigos de sus nietos, e incluso a los padres de los amigos de sus nietos.
- No es un cuento que me hayan contado, yo los conocí...

Érase una vez un Rey, al que le gustaba observar a las estrellas. Se llamaba Melchor. Un día vio una en particular, diferente a las demás, cuya atracción era irresistible y no tuvo ninguna duda en que anunciaba un gran acontecimiento, el nacimiento de un niño, un Rey, un Dios.
Hasta el Rey Gaspar llegó la noticia de que Melchor partía siguiendo a la estrella, y como fuera que él también la había visto fue a su encuentro y le dijo:
- Sabiendo que tu has visto la estrella y no es una ilusión mía, he hecho los preparativos necesarios para salir contigo.
Baltasar tenía claro que ese día lo pasaría con la familia. Pero sintió la irresistible llamada de la estrella. Su mensaje llegó a Melchor, que le aseguró que habría viaje.

Al amanecer Melchor sintió miedo. No sabia adonde iba pues esa estrella no era su habitual guía. Hacia un frío polar de -2º y lo sensato hubiera sido quedarse en el calor del hogar. Pero se calzó las mallas, se puso las dos camisetas más gordas que encontró, la chaqueta, dos pares de calcetines, dos de guantes, el pañuelo de la cabeza y la braga tapando nariz y orejas y salió a la calle acompañado de su fiel Scott. Al poco llegó Baltasar, aterido de frío, no con una sino con dos mallas y su fiel Specialized. Y ya cuando parecía que nadie más acudiría a la cita apareció Gaspar, pantalón ancho y tres camisetas y chaqueta, con Kona.
La estrella guió al grupo por Carcaixent y de allí a la finca del Pinar dels Frares. Todo escarchado, blanco, como atravesando la Tundra, con un pico de -5º que hizo que se llenara de escarcha la braga allí donde recogía el aliento. Por el barranco, con una gruesa capa de hielo que lo cubría, entraron en el naranjal, y subieron por esa suave pista que lleva a la torre eléctrica. Tanto fue el frío en la ascensión que no se rompió a sudar, y al llegar a la cumbre se hubo de descabalgar y hacer una larga carrera por temor a perder los dedos de los pies. Paisaje espectacular, helado y tan blanco como en Finlandia. Costaba romper la capa de hielo en los charcos más profundos. Bajada hasta empalmar con la pista que lleva hacia la izquierda y salida a la carretera hasta el cruce de Pla de Corrals, entrando por la nueva pista a la derecha, llena de peligroso hielo hasta la estrecha senda, que nunca habíamos tomado desde allí y que acerca al Pueblo, con una salida a campo abierto tapizada de una deslumbrante y espectacular capa blanca. De allí corta bajada hasta un humilde Corral donde se detuvo la estrella.
Todos los pastores se encontraban reunidos al calor del hogar. Los tres Reyes rindieron adoración al niño que allí había nacido. El más humilde de los hombres y el más grande de los Reyes, el hijo de Dios. Entregaron los regalos que de tan lejos traían, recompusieron fuerzas y partieron felices. Un Angel les apareció y les dijo:
- Vosotros habéis creído en la venida de Dios y El quiere concederos aquello que más deseéis.
Los tres contestaron al unísono:
- Queremos repetir nuestro viaje por toda la eternidad, para traer la felicidad a todos los niños.
Entonces partieron hacia Barxeta, y sin que la escarcha y el hielo aun se hubieran desecho, siguiendo los deseos de Gaspar, rompieron a la derecha para cruzar el barranco, donde para más valentía se mojaron los pies en la fría agua, de tanta que corría, volviendo a subir, cruzando numerosas placas de hielo, hasta a la carretera y a buscar después, a la derecha, la misma senda que les trajo, para después dirigirse a la pista del serrín y de allí a la pequeña cima entre Rafelguaraf y Barxeta y finalmente regreso a casa, donde la temperatura aún rondaba los 9º, a las 12,45 horas y con 52 km en el frío cuerpo.
El deseo les fue concedido. Nunca envejecieron. Y todos los años, el día más frío, se cubren con toda la ropa que encuentran, llenan sus Camelback de regalos y llevan la felicidad a todos los niños del mundo.

Yo los conocí, y siempre que puedo los acompaño, cuando unos no son los Reyes somos los otros. Soy de BTTRACK y me siento orgulloso de ello.

Ah, y no me cae nada bien ese gordo de rojo de la Coca-Cola que no ha hecho deporte en su vida.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado. AU CACAU.

BY SHARK.









































2 comentarios:

  1. Experiencias como ésta, crean afición y unen a la peña. Muy heavy. Plagiando al campeón de Ultramán Josep Ajram (que es medio español, por cierto) me atrevería a decir una vez más: "No sabemos dónde está el límite, lo que sabemos es DÓNDE NO ESTÁ".
    FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!

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  2. Cuanta razón tienes. Creo que fué una de las salidas más bonitas de la temporada. La ruta la hemos hecho muchas veces, pero esta fué increíble. Y la crónica... fenomenal!!!

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