Entre los meses de Marzo y Abril, a la llegada de la primavera, cuando el chotacabras ya ha tapizado su nido con una fresca cubierta vegetal, el “homínido ciclador montés” se desprende de su fino vello invernal y sale de su madriguera para reunirse con otros machos de su especie constituyendo grupos de cuatro, o cinco ejemplares, con la finalidad de explorar amplios territorios, y si cabe, dejar la huella de su grupo, eso sí, sin dañar el entorno, del cual depende su supervivencia.
Se les puede observar uno de cada siete días al amanecer por las sendas que discurren entre zarzales, tomillos y jaras en dirección a las cumbres del interior de La Ribera del Júcar, aunque, y a diferencia del “ciclador urbano”, donde el “ciclador montés” encuentra un entretenimiento más intenso y completo es en los senderos angostos y cerrados de matorral bajo y pinares repletos de romeros y carrascas, rocas y guijos de medio tamaño que recorre a un ritmo frenético con el objetivo de regresar con sus crías antes de que caiga la tarde.
En el capítulo de hoy vemos a un grupo de 4 ejemplares rescatando a una cría de perdiz roja del peligroso asfalto en las estribaciones de la Sierra de Tous, en los dominios del chotacabras espantando a las madrugadoras liebres ante la mirada atenta de parejas de mirlos y huidizas urracas en pleno ritual nupcial. Con la secreción hormonal propia de la estación “el ciclador” se atreve al vadeo inconsciente de las pozas, donde el jabalí no se adentra por temor a quedar preso, y por ello en ocasiones queda, como vemos, atrapado para el regocijo y diversión del resto del grupo, no tardando en escapar de la trampa gracias a la potencia de sus extemidades posteriores propias de la especie “ciclador”.
Vemos en nuestro episodio de hoy algo poco común en el “ciclador urbano” e inaudito en el “montés”: Un miembro del grupo lanza un estruendoso masclet del numero 3 para que los grupos cercanos de cicladores sean sabedores de su presencia.
También veremos aquí al “ciclador montés” con sus frecuentes carreras por terrenos elevados a modo de vuelos de subida y bajada, a mercer de su dominio del medio, al mediodía, bajo el sol del equinoccio, en una vorágine de tumbadas y derrapes, va bajando, el grupo, por las trialeras mientras teje y entreteje estas filigranas, a la vez que sus voces llenan la atmósfera aún fresca de la montaña, para retornar junto a la hembra y sus crías dejando atrás 63 Km de huellas que borrarán, quizá, las lluvias de Abril.
A la memoria de “Mi Amigo Felix” que tan buenos momentos nos hizo pasar en nuestra infancia y tanto nos influyó en nuestro amor y respeto por la naturaleza.
Juanjo.