Domingo 3 de Junio de 2012
El pronosticado día de sofoco comenzó suave gracias a la
presencia de nubosidad baja de tipo cirro que mantuvo la empresa de llegar
pronto y rápido a Alfarp en un paseo tonificante entre campos aledaños a las húmedas
veredas de la orilla derecha del Magro que miraba de reojo nuestra prisa, desde
su anchísimo cauce de Llombay. Llegamos así a Alfarp a por un adelantado
almuerzo del que dimos cuenta más por su esquisitez que por un hambre no
ganada. Con una afluelcia ciclista mínima a esas 10 dominicales, nos vimos
pagando en barra y saliendo hacia el monte antes que nunca. Ya vitaminados y
con las aguas intactas en los “camel” emprendimos los caminos del Aledúa
siempre hacia arriba, suiguiendo la estela del implacable Trackman capaz de
seguir la pedregosa senda con un ojo en el GPS. El encuentro de una enorme
culebra que intentaba captar algún rayo de sol entre nubarrones era, junto al
Caimán, de obligado retrato. No llegando los reptiles a medirse, seguimos
escalando hasta el mirador donde el retratillo de nuevo se hizo imprescindible.
Allí donde los caminos se hacen sendas serpenteamos junto al seco barranco de
movediza grava evitando la caída, por poco, no sín algún moratón para el
recuerdo. Hacia abajo trialera que disfrutó el jóven Victor y que se le
atragantó al general Scotti, sin consecuencias, por fortuna y cautela. Aunque
esta última, a veces, es la que provoca la frenada inconveniente. Recordando
aquello de “Cuando las barbas de tu vecino veas cortar…” breve cambio de ritmo
para rápidamente retomar los cuatro la marcha en la bajura del barranco cuando
éste se torna bosque… encantado, cuanto menos encantador, y culebreamos a
placer entre los pinos por donde el Caiman se desenvuelve con prestancia, y a
un servidor le salen mariposas en la tripa. Embriagado de adrenalina y cómo no,
por el sombrío entorno de bosque de
cuentos, emprendí el último repecho pegado a la sombra de Vicente, de pedalada
recia, al són del chirrido de sus tacos sobre la tierra compacta hasta el final
de la senda donde coger, de nuevo, la pista asfaltada y reagrupados dejarnos llevar
hasta el cauce para cruzarlo algo después de la presa donde el río se hace
arroyo y el cesped pinta de verde las orillas de una vaguada que bajamos por la
orilla derecha a gran velocidad entre cañares y choperas con la vista en la
rueda trasera del otro, o unos metros por delante, deseando no frenase y
levantando tanto polvo que las bicis quedaron como el patio de un escayolista. Ya
en la Rambla
de Algemesí desvío a la derecha y caminito a Alzira por los caminos de los
naranjales junto a las vías del tren, como tantas veces, comentando la ruta
divertida, rápida y haciendo planes para
las próximas.
Hasta la próxima ruta,
juanjo saura
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