Domingo 12 de Septiembre de 2010
Pasados los minutos de cortesía partimos.
Curiosos por ver los restos del desastre
del fuego en los montes de nuestro sureste
la desolación no nos convenció y desistimos
El navegador y guía optó por el follaje
Las pistas toscas e inclinadas de La Llosa
Una opción empinada, estrecha y sinuosa
Toboganes, peraltes, saltos y derrapajes
La inclinación, las ramas y la propia erosión
Y de repente sucedió, nuestro diestro Tomás
fue a dar con los huesos, cual largos son,
contra piedras, troncos salientes y ramas.
Una caída aparatosa de sonido estruendoso
El ciclista se levantó lento, mas algo animoso
Con la bici y los huesos aún enteros
Para asombro de los que vimos el vuelo.
Todos continuamos, juntos, prudentes y risueños
Viendo polvoriento a nuestro experto del diseño
Como no nunca aún lo habíamos visto
Aunque sano y entero, estaba hecho un Cristo.
Almorzamos en el Bar de Celia de La Llosa
Dueña simpática, rubia de regata suntuosa
Regenta un bonito y confortable bar
Y por un precio de risa te da de almorzar
Barato, de buena calidad y sin espera
Podéis comer adentro o afuera
Si Jorge charla con un viejo de la Villa
seguro que se te atraganta la tortilla.
Retomamos la ruta escalando con paciencia
Camino al viejo campamento militar
Donde Pascual olvidó la prudencia
Y Javi las piedras y trocos hizo saltar.
Tomás desciende, pese a todo, a tumba abierta
mientras el objetivo de mi cámara está alerta
e intento captar a Juanma que no sólo baja, sino guía
e intenta no estrellarse pese a la inclinación de la vía.
Al mediodía retorno soleado y paella en espera
El Albaida ve volver a cinco a su casa o chalette.
Y a las dos en punto todos viendo la Carrera.
¡A ver si con suerte se sale el Hammilton ese!
Juanjo Saura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario